Premio
Kutxa Ciudad de San Sebastián de Teatro 2007
Esta
obra la escribí en verano de 2006 y recuerdo que lo hice en pocos días. Puede
que el borrador lo tuviera en una semana, y en otra la tuviera revisada porque
quería terminarla a tiempo para mandarla al premio de San Sebastián al ser uno
de los más serios y prestigiosos de teatro, y al que todos los años me había
presentado con algún texto.
La obra nació de una pregunta que
muchos nos hemos hecho al contemplar obras de arte: ¿por qué unas valen
millones y otras muy parecidas y que nos gustan más no valen nada?
Tras la idea de situarla en una
galería de arte, aparecieron los personajes, con tres me bastaba, lo que me
agradaba porque paulatinamente había ido reduciendo su número para que los
montajes pudieran ser más factibles. El personaje clave es la galerista y tuve
muy claro que tenía que ser una mujer y convertirla en un guiño al gran
personaje shakesperiano de El mercader de Venecia. Junto a la galerista puse a
un joven pintor que quiere progresar a cualquier precio y para ello está dispuesto
a entregar la libra de carne a su mentora hipotecándose en la compra de toda la
obra que tiene dispersa para que la administre Shylock, porque ella tiene que complacer
al mercado. El tercer personaje es un crítico que está al servicio de la
galería y que tiene una cuenta pendiente con su ‘dueña’. Hay un cuarto
protagonista, aunque no tiene forma de personaje, y es el dinero al que Shylock
tiene que contentar y cuya procedencia no siempre es limpia.
Cuando la terminé estaba muy
contento porque sabía que se trataba de una buena obra, aunque no quería
hacerme esperanzas con respecto al premio porque sabía que se presentaban las
mejores obras tanto de España como de la América hispana.
A finales de enero, acababa de
regresar de unas representaciones que habíamos hecho en Valencia, en las que yo
iba como uno de los técnicos de la compañía y conduciendo el camión. La noche
anterior le había dicho a mis compañeros que era la última salida que iba a
hacer como técnico porque prefería centrarme en mi labor literaria y en la
tienda, aparte de las funciones que hacíamos en el Corral de Comedias.
Al llegar a casa, después de
descargar el camión, me tumbé en el sofá porque estaba muy cansado y ni
siquiera escuché el contestador. Un poco después y cuando estaba dormido sonó
el teléfono. Era un periodista que quería felicitarme, y yo no tenía ni idea de
lo que se trataba hasta que me preguntó si había escrito Shylock Gallerie. Después
de colgar fue cuando escuché los mensajes del jurado comunicándome el premio.
Desde entonces no he vuelto a
escribir teatro, y no tengo muy claro el motivo. Puede que no encuentre
aliciente en hacerlo con el único fin de ganar premios porque el fin principal
pasa porque las obras se estrenen, y con la situación actual del teatro eso parece
inviable. También es posible que disfrute más escribiendo novela al tratarse de
un reto más ambicioso y donde completo todo el proceso desde que nace la idea
hasta que entrego el libro al lector y escucho su crítica, o puede que no haya
tenido ideas para desarrollarlas en este género.
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