martes, 11 de septiembre de 2012

4 hilos para un epitafio

Estaba en proceso de revisión de Y el pirata creó el mar cuando empecé a trabajar en mi siguiente novela. No tengo muy claro cómo surgió la idea, pero como venía de escribir una historia mágica y abierta donde todo era posible, quería hacer lo contrario, una novela más íntima y cerrada en cuanto a espacio y tiempo, y que fuera intimista al mismo tiempo que se tratara de un ejercicio de exhibicionismo, al incluir a un personaje secundario que tenía mucho que ver conmigo como el amigo de Pavel, el protagonista llegado desde Praga junto a sus marionetas. Puede que la génesis de la novela fuera la imagen de un hombre caminando por la plaza de Almagro en busca de locales vacíos para instalarse.
            A pesar de que el eje de la historia era Pavel, quería que el protagonismo lo adquirieran cuatro mujeres de edad y condición muy diferentes que a lo largo de un año tienen relación con ese hombre. Empecé a narrarla de varias maneras, pero no tardaba en quedarme bloqueado, y más de una vez pensé que trataba de asumir un reto que me superaba, pero no quería abandonar. Finalmente empecé a pensar en la posibilidad de que las cuatro mujeres se convirtieran en narradoras y la historia se desarrollara como la suma de cuatro monólogos que se van alternando para contar lo que vivieron. Con el paso de los años creo que es una de las decisiones más brillantes que he tomado como escritor, a pesar del esfuerzo que tuve que hacer para meterme en la mente de cuatro mujeres entre 17 y 60 años que se enfrentan a la vida de una manera muy diferente, a pesar de que todas se sienten solas.
            Muchos lectores me han preguntado por qué decidí ubicar una historia tan dura en Almagro, y si ello me ha causado algún problema en el pueblo. La razón es muy sencilla. Como yo no podía viajar a las grandes ciudades, decidí traer la historia al lugar que me había acogido, y que ya iba conociendo, aunque todo lo que ocurre es ficción. En cuanto a la reacción entre los lectores de Almagro ha sido muy buena, aunque hay que tener en cuenta que la han leído muchas más mujeres que hombres.      
            Con esta novela quedé finalista del premio Alarcos Llorach de Novela en 2004, que curiosamente ganó un periodista vinculado a la organización. Entonces me decidí a publicarla a pesar de que no tenía mucha confianza en que se vendiera, pero acababan de concederme un premio de teatro y decidí invertir el dinero en la edición. Por fortuna los lectores la acogieron muy bien, y desde entonces he recibido muchas cartas, sobre todo de mujeres que se han identificado con alguna de las protagonistas y que han encontrado en Pavel el arquetipo de un hombre muy parecido al ideal. También he recibido visitas de personas que se decidieron a conocer Almagro después de haber leído la novela, y eso es muy gratificante.
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